A M.
Cuando vi la inmensidad del mar en tus ojos, se inundaron los míos. Tu adiós intermitente es sal y aliento que poco a poco detona mis poros: la sal que teje los hilos de los recuerdos, el aliento que susurra la incertidumbre, nuestros nombres suspendidos… Y yo sólo encuentro unos pasos lentos en la arena, la calma que ardía en nuestras bocas, un cielo tan azul y tan ligero que nos permitió posarlo; tu y yo, agazapados en el fondo, en un silencio que hoy revienta como ola para descubrir las erosiones que ha dejado la sal, para llamarte ausencia.
2 comentarios:
Es la misma sal que parte los labios, el mismo salitre que oxida el corazón.
Es la misma agua que ha de hacer que el conejo aprenda a nadar, y si no será la misma inundación que hará a ese mismo conejo derramarse indefinidamente en el lenguaje.
Por cualquiera de las opciones y porque la que sea será sin titubear y sin alternativa: salute!
un beso.
me has demostrado que eres mucho más fuerte de lo que pareces y eso para mí es un gran ejemplo a seguir.
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