martes, 2 de diciembre de 2008

El conejo tiene miedo de desaparecer

A M.

Cuando vi la inmensidad del mar en tus ojos, se inundaron los míos. Tu adiós intermitente es sal y aliento que poco a poco detona mis poros: la sal que teje los hilos de los recuerdos, el aliento que susurra la incertidumbre, nuestros nombres suspendidos… Y yo sólo encuentro unos pasos lentos en la arena, la calma que ardía en nuestras bocas, un cielo tan azul y tan ligero que nos permitió posarlo; tu y yo, agazapados en el fondo, en un silencio que hoy revienta como ola para descubrir las erosiones que ha dejado la sal, para llamarte ausencia.

2 comentarios:

Carolina Arévalo Camberos dijo...

Es la misma sal que parte los labios, el mismo salitre que oxida el corazón.
Es la misma agua que ha de hacer que el conejo aprenda a nadar, y si no será la misma inundación que hará a ese mismo conejo derramarse indefinidamente en el lenguaje.
Por cualquiera de las opciones y porque la que sea será sin titubear y sin alternativa: salute!

un beso.

me has demostrado que eres mucho más fuerte de lo que pareces y eso para mí es un gran ejemplo a seguir.

Yo dijo...
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