martes, 2 de diciembre de 2008

El conejo tiene miedo de desaparecer

A M.

Cuando vi la inmensidad del mar en tus ojos, se inundaron los míos. Tu adiós intermitente es sal y aliento que poco a poco detona mis poros: la sal que teje los hilos de los recuerdos, el aliento que susurra la incertidumbre, nuestros nombres suspendidos… Y yo sólo encuentro unos pasos lentos en la arena, la calma que ardía en nuestras bocas, un cielo tan azul y tan ligero que nos permitió posarlo; tu y yo, agazapados en el fondo, en un silencio que hoy revienta como ola para descubrir las erosiones que ha dejado la sal, para llamarte ausencia.