Le atravesó el camino, sus ojos estaban absortos en el polvo, en cada una de las piedras que contaba desde la ventana; el camión paró y tuvo un momento para levantar la cuchara sin mango, los tres últimos cigarros que estaban en el piso inertes ya en sus colillas: sólo hacía falta murmurar un nombre y exhalar la bocanada final.
Se miro desde las orillas, era apenas un delirio que estaba aspirando en sus propios límites:
La cuchara
Las colillas
Las piedras que le despiertan.
Abrió los ojos y siguió contando las pérdidas.